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Viajamos en el tiempo desde Conde de los Andes

Pueblo Ollauri

Toda la historia del vino de Rioja concentrada a las puertas de nuestra bodega


Si un director de cine nos preguntara sobre localizaciones ideales para rodar una película sobre la historia del vino, le propondríamos empezar en la entrada de Conde de los Andes. En este cruce de tres pequeñas calles de Ollauri, el entorno conserva todo el sabor de los antiguos barrios de bodegas riojanos. A pesar de que hoy está asfaltado, no sería difícil imaginar cómo era este mismo lugar hace dos, tres o incluso cinco siglos.


Arrieros del Renacimiento

Ollauri, 1558. El emperador Carlos I (V de Alemania) ha fallecido y empieza el largo reinado de Felipe II. Toda la zona de la Rioja Alta lleva décadas especializándose en el cultivo de la viña y un puñado de propietarios de bodegas consiguen sacar sus vinos al exterior. Rioja es de las pocas zonas españolas vitícolas españolas que se han centrado en la producción de vinos tintos, cada vez más demandados en las pujantes poblaciones de la cornisa cantábrica. La estabilidad política facilita por entonces el comercio de vino.

Frente a nuestro edificio de Ollauri, vemos una escena de época. Una recua de mulas espera pacientemente en la calle que hoy se llama Sol de la Cabra. Su arriero está negociando los últimos detalles de la saca con representantes de la familia entonces propietaria de la bodega, los Paternina. Luego, la expedición se pone en marcha, entre nubes de tierra y moscas, en dirección a las Conchas de Haro y, más allá, hacia las ciudades del norte.


La época de Jovellanos

Saltamos más de dos siglos. Hacia 1790, el solar que se extiende delante presenta una imagen muy diferente al actual jardín: aparece lleno de sillares de arenisca, vigas de madera y herramientas de hierro. Un espacio de trabajo, donde un montón de hombres se afanan cortando piedras y acarreando materiales, en un continuo ir y venir al interior de la bodega, donde, en lo más profundo, están excavando nuevas galerías para ampliar los viejos calados de la familia. La bonanza económica ha disparado el cultivo de viñedo y las ventas de vino, y las antiguas bodegas se han quedado pequeñas. 

Buena parte de los calados que hoy maravillan a nuestros visitantes fueron construidos en aquella época. Y de hecho, ya entonces causaron la admiración a los primeros viajeros que recorrieron la Rioja, como el famoso ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, quien recaló en Ollauri en mayo de 1795.


Años 20, un traslado histórico

Última escena de esta "película". Pasamos a la década de 1920, hace ahora un siglo. Como consecuencia de algunos cambios de propiedad y, sobre todo, de la búsqueda de la máxima eficiencia productiva, la bodega abandonó su actividad elaboradora, que se trasladó a instalaciones más grandes y funcionales en la vecina ciudad de Haro. 

Los calados de Ollauri pasaron a destinarse exclusivamente a la guarda de botellas de vino. Nos podemos imaginar la escena: en la calle varios camiones son cargados con barricas y aperos de todo tipo, rumbo a la nueva bodega de Haro. Debían ser de los primeros vehículos a motor que  usó el sector del vino. Las botellas, en cambio, no se mueven. Todavía conservamos algunas de aquel tiempo, que son auténticos tesoros enológicos de un valor incalculable. 

Hoy las cosas han vuelto a su origen: en Conde de los Andes, desde hace unos pocos años, volvemos a elaborar vino. Volvemos a recibir la uva de los viñedos cercanos, volvemos a convertir su mosto en los vinos actuales, con los que conseguimos expresar un vínculo apasionante con un rico pasado.